Son épocas para agradecer, pero agradecer no es de épocas
Hay una historia (o miles, tal vez) cercana a mi sobre una niña que pensaba bien de todos. Le regalaba el beneficio de la duda a sus amigxs, a sus hermanxs, a sus compañerxs, a sus padres, y a todo aquél que se cruzaba en su camino. Por ende, al menos estos terceros recibían siempre de su parte una sonrisa cálida, una mirada a los ojos, posiblemente un par de palabras amigables, y si lo ameritaba incluso un apretón en el hombro. A la niña esto no le costaba, era parte de su esencia, y parte de lo que ella sentía que al menos le correspondía devolverle a la vida: ser bondadosa.
Resulta que no muchas de estas personas correspondían sus buenas intenciones y tratos - cuchicheaban sobre su ingenuidad, o sobre su actuación, o sobre su interés. Los que percibían todo desde lejos la daban, entonces, por ciega (por no decir tonta): “no ve lo que tiene frente, de otra manera cambiaría su actitud, dejaría de dar, dejaría de pensar lo mejor de todxs.”
Ahondando un poco más y haciéndolo un poco de Darwin, observamos y resulta que esta niña es también hija de un padre que reparte miel. Así es, literalmente, reparte miel por doquier que vaya: a los agentes de policía, a los notarios, a los limosneros, a los altos ejecutivos, a los sacerdotes, a las empacadoras en los supermercados, a sus hijxs, a sus hermanxs, a sus socios, a sus inquilinos, a sus competidores. Trae cajas y cajas de miel de abeja multifloral, cultivada en su propio terreno, y la regala a quien se cruce. él tampoco presta atención ni distingue a quién se la da. Simplemente la saca de su cajuela. Dirían esos terceros: “también es ciego, no ve que nadie le corresponde”.
Pero iluminando la perspectiva desde fuera, hay dos bandos:
1. Quien piensa que quien da desinteresadamente pierde.
2. Quien piensa que quien da desinteresadamente enriquece.
Estoy convencida de que aquí somos del segundo bando… y que muchos de ustedes también. Lo que yo observo cada que entra un cliente a Montacometa, es la ilusión de ver qué cara van a poner sus nietos, o su pareja, o su amiga, o su papá, al probar sus postres. Lo que yo observo es un esmero por hacer feliz al prójimo a quien van a atender próximamente. Lo que yo observo, lejos de ver clientes antojados golosos (que por supuesto los hay, y los quiero por igual), son clientes que se sienten felices dando.
Ustedes son clientes del segundo bando, así como echarle ganas y amor y cariño a cada paso en Montacometa es porque sabemos que va a llegar a sus mesas y a sus seres queridos.
Cuando damos así, es porque reconocemos que mucho de lo que tenemos lo recibimos de igual forma - desinteresadamente.
Que gocen sus pays y que gocen a su gente esta temporada.
Los abraza,
-Ana.
3 comentarios
Me encanta como han integrado a Montacometa esa parte humana y sensible que tanto nos hace falta.
Felicidades!
Atte.
Su fan #1
Aww me encantó 💕 la verdad sii!!! Es querer compartir ese pequeño gusto y pedacito de cielo (sus postres) con alguien más sabiendo que le animará su día!!
Que hermosa historia Ana!! ♥️♥️♥️