El recetario mágico de mi Mamá

Hace unas semanas sucedió algo poco común en mi vida ajetreada de mamá. Estuve con mi mamá a solas, por horas y horas (normalmente se entera una de mis hermanas celosas e irrumpe en estos posibles encuentros íntimos). Esa tarde, sin embargo, no llegó nadie más. Mis hijos fueron invitados a casa de su abuela paterna, y mágicamente me encontré con el resto de la tarde libre.

Comí con mis papás, y terminando, siempre sedienta de más convivencia, como las olas incesantes al querer acariciar la arena, subimos a tomarnos un té en su cuarto. La plática se tornó hacia Montacometa y de pronto mi mamá se escabulló repentinamente a su clóset. Yo me quedé desparramada en su sillón, inhalando el silencio y la paz de esa casa, de cierta forma sintiendo que me estaba armando de paciencia para lo que requiere ser mamá de 3 chiquitos, a quienes pronto vería. Finalmente regresó con una sonrisa triunfante.

En sus brazos, cargados uno sobre otro, traía varias carpetas gruesas. Se sentó y los acomodó uno al lado del otro - yo seguía callada, sin saber de qué trataba esto. Mi mamá abrió la primer carpeta - me tomó medio segundo darme cuenta entender el tesoro que tenía en frente: protectores de páginas, uno tras otro, cuidadosamente conteniendo el resultado de años de recolectar, copiar, redactar, recortar, corregir y compartir recetas. Recortes de revistas y periódicos, recetas escritas a mano con esa letra inconfundible de mi madre, y también de otras mujeres - cada receta escrita a mano otorgando el crédito correspondiente a la mente brillante detrás de tal creación. Recortes con tijera y también a mano, tarjetones con recetas ganadoras de premios que regalaban en los supermercados, todas minuciosamente ordenadas dentro de esas páginas… todas amorosamente salpicadas de grasa, harina o chocolate, prueba de que se habían sacado para preparar y compartir una y otra vez. Entre más desgastada, más valiosa.

Entre sus recetas reconocí muchas de las recetas favoritas con las que crecí, de comidas saladas y de repostería también - algunas de estas recetas con su fotografía correspondiente. Reconocí el coffee cake de mi abuela, y la tarta triple exquisita de la tía Laura. Reconocí las galletas de chocolate sin harina y la rosca favorita de mi papá. Reconocí las gorditas de azúcar de mi abuela Alicia y el pollo en salsa poblano que pedí por años para mi cumpleaños. Pero lo que realmente reconocí me hizo llenarme de lágrimas y abrazar a mi Mamá.

Lo que realmente reconocí fueron años de esmero y de amor por preparar comida rica para su familia - pude verla, como mamá jóven, rodeada de chamacos enfermos esperando su turno en la sala de espera del pediatra, hojeando revistas y decidiendo que una de las recetas dentro de ellas valía la pena ser recortada, cuidadosamente doblada, guardada en su bolso (que seguro compartió espacio durante varias horas con paletas, pañales, toallitas húmedas, pañuelos arrugados, entre otros monstruos), y posteriormente ingresada en una de sus adoradas carpetas. Toda una travesía… y faltaba prepararla, lo cual sucedería con singular alegría.

Qué fácil y qué desaprovechado y vacías sentí de pronto todas esas recetas a las cuales le doy “guardar”, o captura de pantalla, condenadas a perderse entre miles de fotos y documentos, simplemente por haberse grabado sin conciencia ni sorpresa. Cuánto amor supe de pronto que contenían esas carpetas. Cuánto esmero y conciencia me recordó que quiero invertirle a mi vida, a mi negocio, a mi familia. Poder tocar, oler, ver una cosa así en un mundo donde el legado de muchos es digital… a mi me conmovió.

Una vez que pude contener la emoción y lágrimas, abracé largo y tendido a mi Mamá, que aún no entendía qué me pasaba. Le di las gracias, por haberse tomado el tiempo con nosotros. Por habernos dado una vida “lenta”, y por recordarme que eso me hace muy feliz.

Llega otoño - y con él, la temporada en que más se antoja cocinar. Yo me pondré a armar mi carpeta de recetas desde cero, llena de recetas sobrevivientes a manitas pegajosas y a aventuras en la cocina. Un día va a oler a amor.

Que goces otoño con toda la lentitud posible - nosotros te ayudamos con postres para momentos dulces.

Los abrazo,

-Ana.

10 comentarios

Esto fue maravilloso he inolvidable !

Gina 14 octubre, 2022

Que bonito, así se disfruta de muchos momentos en familia preparando ricas recetas, y como ella muchos también guardamos las recetas en cualquier papel,

Disfrutemos otoño mi estación favorita.🙂

Margarita 05 octubre, 2022

Me encantan sus historias todas me emocionan de manera diferente porque de una u otra forma con todas me identifico.
Gracias de nuevo por compartir

Arturo 05 octubre, 2022

Me encantó el escrito, nos hace transportarnos a lo narrado❤

Diana 05 octubre, 2022

Siempre haciendo llorar con estas Newsletters ❤️❤️❤️❤️

Mariana Romero 05 octubre, 2022

Wow, a veces no sabemos lo afortunados que somos cuando lo tenemos en frente, afortunadamente nos quedamos con los más bellos recuerdos 💖

Angie 05 octubre, 2022

Que lindo texto 🧡

Dulce 05 octubre, 2022

Que bonita manera de transmitir las cosas Ana, me conmovi demasiado (lloré poquito) por la gran similitud de historia. De grande quiero ser como tú❤️

Fátima 05 octubre, 2022

Que bonito escribes!!! Gracias por recordarnos el gran esfuerzo que hacen nuestras mamas día con día y que probablemente de chiquitos no valoramos ni agradecimos lo suficiente :(
Me urge empezar a guardar mis recetas favoritas en papel (en especial las especialidades de mi mamá).

Astrid 05 octubre, 2022

Ufff! que viva la nostalgia que nos trae en otoño! ❤

Paulette 05 octubre, 2022

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