Historias Terroríficas de Montacometa

LA LLORONA DEL PAN

Hace algunos años, cuando aún eramos almas inocentes y novatas en el mundo de la repostería... osamos prepara pan de muerto durante su temporada. Creamos una receta espectacular, con el pan más suave y esponjoso que jamás hayamos probado, y con un relleno pecaminoso de créme bruleé de chocolate abuelita. El resultado fue embrujador.

Salió a la luz esta creación y no tardaron en formarse filas y filas de hambrientos y golosos individuos que harían cualquier cosa con hincarle el diente a uno de estos panes. Hubo riñas, hubieron gritos, hubieron asaltos...todo tipo de maldades con tal de conseguir y devorar un pan de muerto Montacometa.

Las hermanas hechiceras, decidimos poner un alto a estas perversidades e inventar un sistema de reglas para que todos alcanzaran su pan, que consistía en limitarlos por individuo. Ahí fue donde se revelaron las brujas y monstruos que se escondían debajo de siniestras sonrisas de aparentemente inocentes clientes.

La más malvada se hizo llamar #LadyCometa ... se plantó frente a la entrada donde se repartía el pan, exigió que se le entregaran más panes de los que le correspondía, intentó sembrar su veneno entre los seguidores (entre los cuales surgieron hechiceros y hadas hermosas que rápidamente silenciaron sus terribles gritos)...fue así como nació la leyenda de la Llorona del Pan, a quien recordamos cada año cuando llega la temporada, y aún escuchamos aullar de coraje por no haber cumplido sus avaros caprichos.

 

LAS BRUJAS DE MONTACOMETA

 

Hace un tiempo, sin saberlo... atendíamos, semana con semana, a un par de brujas en Montacometa que pretendían, así como a Hansel y a Gretel, engordar a quien se le pusiera en frente. Entraban así, hermosamente enjoyadas, con pestañas postizas, quizás y peluca (jamás lo sabremos), uñas largas y miradas misteriosas. 
Cuchicheaban entre ellas, ruidos extraños, a veces algo macabros, y apuntaban con sus largos dedos a los postres que se les antojaban. Se mojaban los labios con sus lenguas puntiagudas. 
Aunque sentíamos temor de acercarnos, era necesario hacerlas sentir en casa y atender sus antojos para que salieran de ahí en cuanto antes. Me acerqué tímidamente y pregunté: "Hola, bienvenidas - qué se les antoja hoy?" 
 
A lo que respondieron con voz rasposa: "Niña, flacucha...come algo de pan, que te ves mal. ¿Acaso pruebas tus creaciones? No lo creemos." Sus ojos se abrieron y me miraron fijamente. 
Me armé de valor y respondí: "Todo probamos, mas no abusamos." 
Estallaron de risa y sus miradas enfurecieron ' "MIENTES." dijeron.
Tomé un paso atrás, agarré aire, y me atreví a decir: "Puede que la genética también ayude. Pero aquí vendemos momentos de magia, no de remordimiento.esto las hizo enrojecer, inflarse de coraje, creí que iban a estallar...pidieron 12 brownies para llevar y se largaron, no alcancé a ver si en sus escobas, pues desaparecieron en cuanto llegaron a la esquina...

EL DEPREDADOR CHOCOBANANO


 

Un verano ardiente, mientras el sol brillaba y nosotras, chapeadas, rebotábamos ideas sobre nuestro próximo postre helado... se nos ocurrió la mágica idea de chocobananas, tupidas de toppings Montacometa, y que con una sola mordida lograban transportarte a tu infancia y los mejores días de tu vida. Fue un postre dulce e inocente. 
 
Esa noche, después de hacer pruebas y lograr fotografiar nuestra creación...publicamos su foto, sin imaginarnos la terrible experiencia a la cual despertaríamos la mañana siguiente: un acosador. Es correcto, un stalker - pero no nuestro, si no de la chocobanana. Nos mandaba mensajes depravados, describiendo todas las cosas horrendas que haría cuando la tuviera en sus garras. Llenaba nuestras redes de sus obscuras y sucias intenciones, sin vergüenza de exponer su macabro y cochambroso antojo al mundo entero.
 
Estábamos aterrorizadas - ¿A quién le tocaría atenderlo? Cada que entraba un cliente a la tienda, el mundo se detenía, la música se pausaba, la luz se iba, nos mareábamos un poco, respirábamos y sudábamos...buscando esa mirada hambrienta y carnal y temiendo encontrarla.
Los días pasaron, el verano terminó...y jamás supimos si, en efecto, entregamos en sus manos a ese depredador su añorada y victimosa chocobanana sin darnos cuenta.

La CHOCOMONSTRUO


Hace muchos años, y algunos de ustedes lo recordarán, en Montacometa existió un gran pastel de chocolate. Era tan afamado, que había días en que desaparecía por completo, sin importar la cantidad que hubiera. Sin embargo, nunca logramos descifrar qué detonaba esos antojos voraces y repentinos entre nuestra clientela.


Eso sí - un mal día invocó a quien a partir de entonces se dio a conocer como La Chocomonstruo - que llegó empujando a otros individuos hasta asomar su mirada hasta la vitrina y percatarse de que, en efecto...ya no había pastel de chocolate. Estalló de coraje, venas en los ojos, rostro azul, y gritó a los 7 vientos : "Qué tipo de idiota no hace MÁS y MÁS y MÁS pasteles de chocolate?! NECESITO ese pastel de chocolate!" Y así, tan rápido como apareció, se esfumó, gritando y haciendo ademanes con sus garras.

1 comentario

buenísimas!!

ruth 06 noviembre, 2021

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